Felipe II, el Rey Prudente, no fue un rey batallador o guerrero. Su educación, fue llevada a cabo bajo la tutela de su madre, debido a las largas ausencias de su padre, por los diferentes conflictos bélicos que requerían su presencia…
Su interés y admiración por las artes y las letras y un cambio generalizado en la política de estado en toda Europa, hicieron de este rey, un gran mecenas del arte, cautivado desde su primer viaje a Flandes, por El Bosco cuya gran obsesión, hasta su muerte, fue El Jardín de las Delicias , aunque su título original fue El Reino Milenario, pero ése, ya es otro hilo que no pertenece a esta historia…
Hoy día, el color negro en los tejidos, es fácil de conseguir y adquirir. El color blanco y el color negro, forman parte de lo que se conoce como fondo de armario, pero para entender o comprender la importancia dicho color en el siglo XVI, es necesario comenzar este pequeño viaje en el tiempo, haciendo una breve retrospectiva hacia el medievo.
En la Antigüedad y en la Edad Media, el color negro era muy difícil de conseguir, pues ni siquiera en la tenerías de Al – Andalus, dónde la elaboración textil en color negro era habitual para el atuendo de los juristas, se conseguía la intensidad y profundidad que dicho color transmite hoy día.
Durante la Edad Media , el color negro no era popular entre la nobleza, ya que era considerado un color sucio, propio de clases inferiores. El motivo de este rechazo, en las esferas de poder, se debía a la inestabilidad de las sustancias tintóreas usadas para teñir las ropas y las fibras usadas para tejer.
El color negro se obtenía de la fermentación de nuez de agallas (tumoración o excrecencia que desarrollan los árboles de la familia quercus; robles, encinas , alcornoques…, cuando los insectos depositan los huevos en las hojas y zonas del árbol con mejor perfusión de sabia; cuando ésto sucede, el árbol lo detecta como una amenaza y da lugar a la nuez como mecanismo de defensa, ante una posible enfermedad o infestación.
De la nuez de agallas también se obtenía la tinta de escritura) con sulfato de hierro , en orina de caballo ( y también humana…), lo que originaba gran corrosión en la fibra y, en consecuencia , una desagradable aspereza en la misma. Debido al mal olor, era necesario lavar el tejido concienzudamente, lo cual originaba la pérdida de intensidad y nitidez .
Al cabo de pocos lavados, el color negro incipiente tras el proceso de teñido, se transformaba en un sucio marrón o gris oscuro y se destinaba a campesinos, miembros inferiores de la iglesia y funcionarios públicos.
A parir del siglo XV, las ordenanzas empezaron a limitar la ostentación en el vestir, sobre todo la importación de los caros productos para crear los tintes de vivos colores, ya que los tejidos lujosos, seda de Damasco, terciopelo de seda, tejido de lampas procedente de Al- Andalus… que llegaban a Castilla , bien como tributo o como artículo de lujo en transacciones comerciales, coincidiendo con el avance del cristianismo en territorio musulmán, tras la conquista de Granada y ya por último, con la expulsión de los moriscos, se produjo un desabastecimiento considerable, que repercutió de forma negativa en la produción y comercio de dichos textiles, dejando, literalmente » en cueros» a la corte castellana, que tuvo que importar los tejidos de seda y paños de lana de calidad, de Flandes, Francia e Inglaterra.
Pero, en la segunda mitad del siglo XVI, en el reinado de Felipe II , por el año 1561, el conquistador Marcos de Ayala, que participó en la conquista y pacificación de la provincia de Yucatán, Tabasco y Campeche ( Méjico) , descubrió no sin gran fascinación, los colores de los tejidos prehispánicos, cuya fuente era la madera del árbol de «palo campeche» , con una variedad cromática que iba desde el morado oscuro hasta el azul casi negro. De esta manera, se inició el comercio de dicha madera y consecuentemente, de su preciado tinte.
El Palo de Campeche, también conocido como palo de tinte, palo tinto, palo negro o palo “ek”, es un árbol espinoso, originario de México, que mide hasta 15 metros de altura, cuyo tronco es retorcido. Se encuentra, principalmente, en los estados de Yucatán, Campeche y Tabasco. Ya los mayas antiguos utilizaban su madera como adornos y su tinte para teñir mantas y vestimentas. Del palo de tinte se podían obtener colores como el negro o el color café, mediante un proceso meticuloso de maceración / fermentación.
Los paños tejidos en nueva España fueron teñidos con añil y palo campeche. Marcos de Ayala tuvo la exclusividad del corte del palo campeche, durante un periodo de 10 años a través de la merced otorgada por Felipe II.
En 1575 los navíos españoles retornaron a Sevilla con 1.350 quintales de cargamento de palo campeche (un quintal equivale aproximadamente a 46 kg)
El palo campeche contribuyó de forma activa al crecimiento de la economía. A partir de ahí, se inició un fructífero comercio cuyos principales compradores eran Francia, Flandes e Inglaterra, proporcionando grandes ganancias a las arcas españolas.
Esto es, por un lado, la parte material y pragmática del «vestir a la Española», pero, ya en 1528 Baltasar Castiglione (noble cortesano, diplomático y escritor italiano), en su obra El Cortesano, define que, el buen cortesano pretende representar exteriormente, a través de la indumentaria los principios morales por los que rige su vida y establece, que es el color negro el más apropiado para el cortesano porque «el hombre virtuoso debe rehuir los extremos y buscar el equilibrio renunciando a la pompa , al exceso y los colores vistosos».
Esta influencia humanista, junto con las carencias textiles de la época, consecuentes de la expulsión de los moriscos, introdujeron el color negro, durante el reinado de Carlos V, en la corte española, rigor y austeridad, sí… pero no sin cierta » obligatoriedad».
En el reinado de Felipe II, con la llegada del color negro de palo campeche, dicho color, en el vestir, era significativo de lujo y poder. El negro es el color que engloba a todos los colores y simbolizaba la unidad y hegemonía del, por entonces, amplio y vasto territorio español.